La aparición de la IA la podemos comparar como un acertijo invisible en nuestro día a día.
Hay acertijos que parecen imposibles de resolver. Esta imagen, por ejemplo, donde se nos pide encontrar 3 robots, y por más que escudriñemos, parece que la solución se nos escapa.
¿Dónde están los 3 robots en la imagen?
Es como si esa respuesta estuviera camuflada, fusionándose perfectamente con el entorno, haciendo que la distingamos solo cuando alguien nos señala directamente su ubicación.
En ese momento, nos preguntamos cómo es posible que no lo viéramos antes.
Este fenómeno tiene una poderosa analogía con la forma en que la Inteligencia Artificial (IA) ha aparecido en nuestras vidas.
La IA ha ido apareciendo de manera silenciosa, casi imperceptible. Al igual que la solución de un acertijo visual, ha estado presente en muchos aspectos de nuestra vida diaria, pero ha sido tan sutil que apenas notamos su presencia.
Desde recomendaciones de películas en plataformas de streaming, hasta algoritmos que determinan qué noticias vemos en nuestras redes sociales. La IA está ahí, actuando entre bambalinas y haciendo que nuestras vidas sean más fáciles, más personalizadas y, en muchos casos, más eficientes.
Sin embargo, además de beneficios debemos percibir sus riesgos.
Al no ser conscientes de su presencia, nos volvemos menos críticos y no cuestionamos las cosas, sino que las damos por sentadas.
Creemos que las recomendaciones, decisiones o acciones que la IA sugiere son las correctas o las más adecuadas para nosotros.
Pero, ¿realmente lo son? Al igual que en el acertijo visual, donde aceptamos que la solución es invisible hasta que alguien nos la muestra, hemos llegado a aceptar la IA sin cuestionarla.
El riesgo de no ser críticos, nos podría llevar a que permitamos que la IA tome decisiones que no sean lo mejor para nosotros. Y al no cuestionar su función y alcance, podríamos estar perdiendo oportunidades para mejorarla, adaptarla y hacerla más beneficiosa para la sociedad.
Es esencial que, así como buscamos activamente la solución a un acertijo visual, seamos proactivos en nuestra relación con la IA.
Esto implica educarnos sobre cómo funciona, comprender sus implicaciones éticas y ser conscientes de su presencia en nuestra vida diaria. Solo así podremos aprovecharnos de sus ventajas que son muchas, mientras nos protegemos de sus potenciales desventajas que también son muchas.
Si las personas no escriben, van a dejar de escribir y si las personas no piensan, van a dejar de pensar. Por eso es de suma importancia, ejercitar el pensamiento crítico en estos tiempos.
Al igual que con un acertijo visual, la respuesta puede estar justo delante, pero es nuestra responsabilidad descubrirla, cuestionarla y, si es necesario, adaptarla a nuestras necesidades.
La IA está aquí para quedarse (nos guste o no), y es nuestra tarea asegurarnos de que su presencia sea beneficiosa para todos.
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