Cada día os presentamos nuestros robots colaborativos y su uso en distintas áreas y sectores. El problema surge cuando esos robots que nos ayudan, sin nuestro consentimiento nos espían. Ahí radica el problema.
Todos sabemos que los cobots (robots colaborativos) disponen de cámaras y altavoces. Sin éstos elementos sería imposible interactuar con los usuarios tal y como lo hacemos actualmente.
Os mostraremos algunos ejemplos que quizá hayan podido pasar desapercibidos, pero que sin embargo, son aspectos fundamentales que nos afectan a nuestros derechos de privacidad, protección de datos o transparencia.
El problema de la privacidad
El problema de la privacidad surge con las cámaras y altavoces. La presencia de las cámaras puede permitir la recopilación de imágenes y videos «sin nuestro consentimiento». Aquí se encuentra la clave. De la misma manera que los altavoces incorporados a los robots pueden permitir la grabación de conversaciones «no deseadas».
La protección de datos
La publicación por Europa del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD – Reglamento UE 2016/679, de 27 de abril de 2016), refuerza la protección de las personas físicas en relación con el tratamiento de los datos personales como derecho fundamental.
Destaca el RGPD en su considerando número (4) «El tratamiento de datos personales debe estar concebido para servir a la humanidad.»
«El derecho a la protección de los datos personales no es un derecho absoluto sino que debe considerarse en relación con su función en la sociedad y mantener el equilibrio con otros derechos fundamentales, con arreglo al principio de proporcionalidad.«
Fuente: BOE
Veamos ejemplos reales de lo que ha sucedido con los robots
En el año 2017, una muñeca llamada Cayla provocó que se pusiera sobre la mesa el problema de la privacidad, al incorporar este juguete cámaras y micrófonos que grababan las conversaciones mantenidas con los niños con su supuesto objetivo de mejorar las respuestas. Toda esa información se almacenaba en servidores para que pudieran mejorar el servicio. Se reclamaba también que no se explicaba que información se recopilaba de los niños y que se utilizaba publicidad encubierta.
Otro ejemplo sería el caso de una empresa que vendía robots de limpieza que recopilaban imágenes de los hogares de los usuarios sin su consentimiento. El artículo de Eileen Guo, December 19 2020 comenta una serie de fotografías que fueron publicadas en distintos portales y dónde el derecho a la privacidad y a la intimidad no estaban correctamente protegidos.
Existen muchos más casos de posibles vulneraciones relacionadas con dispositivos con cámaras y micrófonos, pero sobre todo, porque no se alerta de manera clara, directa y transparente sobre las cámaras encendidas o eso micros abiertos.
Aquí podríamos establecer el debate en cuanto a que si realmente la gestión del daño es tal alto, porque se trata de un grupo (niños) que deben estar altamente protegidos, ese tipo de juguetes con esas características hasta qué punto deberían estar permitidos.
¿Cual es la solución? Investigar
Cuanto mayor conocimiento obtengamos sobre estos dispositivos, más capacidad tendremos de controlarlos. Esto es especialmente importante cuando incorporamos nuevas herramientas en nuestras actividades laborales y personales, ya que, indudablemente, también modificarán las conductas que veníamos manteniendo hasta el momento.
Conocer las política de privacidad y protección de datos de las empresa que lo fabrican y lo venden deberá ser fundamental. De la misma manera, que cuando adquirimos un producto nos fijamos en la fecha de caducidad, saber que el robot que compramos, graba, almacena o realiza fotografías mientras se usa o está en pausa, será fundamental para poder comercializarlos de manera segura para todos.
Todas las instituciones están trabajando actualmente para saber gestionar estos desafíos que todavía no saben qué nos depararán como sociedad.
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